Se despertaron todos menos Raúl. Estaba en el rincón, envuelto en la manta de cuadros y no se movía.
«Esta muerto», musitó Marta. Se miraron asustados y decidieron meterse otro chute. Poco a poco, se adormecieron otra vez. Al cabo de tres horas se despertaron todos menos Raúl. Seguía en el rincón, envuelto en la manta de cuadros; no se había movido.
«Está muerto», musitó Marta. Se miraron asustados y decidieron meterse otro chute. Poco a poco, se adormecieron de nuevo. Dos horas después se despertaron todos menos Raúl. En el rincón, envuelto en la manta de cuadros, no había cambiado de postura.
«Está muerto», musitó Marta. Se miraron.